Cada 17 de noviembre se celebra, en Argentina, el Día del Escultor y las Artes Plásticas. Dicha fecha fue elegida en memoria y en homenaje a la gran artista Lola Mora, pionera del arte monumental, cuyas obras transformaron cada uno de los lugares donde fueron emplazados. Buenos Aires, Tucumán y Rosario (por nombrar algunas ciudades) se embellecen con la memoria material de la escultora. Es por ello que haciendo honor a la fecha, los invitamos a un recorrido a través de su vida y de su obra, para descubrir el legado de Lola Mora en Argentina.
De Dolores Candelaria a Lola Mora
Nació como Dolores Candelaria Mora Vega de Hernández. Sin embargo, la sociedad y cultura argentina la reconocen con el inconfundible nombre de Lola Mora. Su fecha y lugar de nacimiento aún hoy se discuten. Hay quienes dicen que nació en noviembre de 1866 en Salta. Otros defienden que realmente su natalicio fue en abril de 1867 en Tucumán. Más allá de las discusiones, queda claro que nació entre 1866 y 1867 en el norte de nuestro país. Lo cierto es que la artista siempre se sintió tucumana sea por origen o por elección. Tal vez porque fue en esa provincia donde dio sus primeros pasos en el mundo artístico. Donde su vocación y la verdadera Lola Mora nacieron.
La influencia de Santiago Falcucci, artista italiano
Ya desde su juventud, la pequeña Lola demostraba sus dotes artísticos en el estudio, el dibujo y la pintura. Siendo solo una adolescente, quedó huérfana. Sus padres murieron con pocos días de diferencia. Desde ese momento, estuvo a cargo del marido de una de sus hermanas. El punto de inflexión en su carrera profesional sucedió a sus 20 años, cuando conoció al pintor italiano Santiago Falcucci, al arribo de éste a Tucumán.

Gracias a él, la joven Lola puedo profundizar sus conocimientos de pintura y dibujo. Le interesaban especialmente el neoclasicismo y el romanticismo italiano, movimientos que luego influenciarían su obra. Durante esa época, comenzó a hacer retratos sobre ciertas personalidades de la alta sociedad tucumana, hecho bastante raro para una mujer de aquellos tiempos. En 1895, siendo ya una artista reconocida en su provincia, viajó a Buenos Aires para postularse a una beca en Europa que le permitiría perfeccionar sus estudios. No hacen falta spoilers, el resultado de ese concurso ya lo sabemos.
Una vida entre Italia y Argentina
De esta forma, ya en 1897 se encontraba en la “ciudad eterna” para aprender las mejores técnicas de la mano de Francesco Paolo Michetti, pintor y fotógrafo. Y fue allí donde se enamoró del arte de la escultura. Sus grandes maestros fueron Constantino Barbella y Giulio Monteverde que le enseñaron a trabajar con terracota y mármol, respectivamente. Bajo el ala protectora de Monteverde, conocido como “el nuevo Miguel Ángel”, Lola abandonó la pintura para dedicarse de lleno al arte de la escultura, aunque esto significara perder la beca a la que se había postulado. De este modo, instaló su casa-taller en Roma y viajó en reiteradas ocasiones a Buenos Aires para agendar y realizar encargos.
Lola Mora, célebre en la prensa argentina
Mientras se encontraba en Italia, la artista tucumana ingresó a los círculos europeos culturales y artísticos. Asimismo, la prensa argentina comenzó a volcar en los medios su éxito en el exterior. Frente a la popularidad de la incipiente escultora, los trabajos y encargos no tardaron en llegar. A su regreso a Buenos Aires, en 1900, le encargaron la estatua de Juan Bautista Alberdi para Tucumán, las esculturas para Rosario y la Fuente de las Nereidas. Lola volvió a su taller de Roma para preparar las esculturas y regresó a Argentina, en los años sucesivos, para hacer los diversos ensambles.
La Fuente de las Nereidas, Venus nace en Buenos Aires
Tal vez no hace falta ver una imagen para recordarla. Su blancura, sus figuras femeninas perfectas y el movimiento que desprende nos trasladan a otra época. El tiempo del mito, del eterno retorno. Cuando aún los mortales, semi-dioses y héroes compartían la faz de la tierra. La Fuente está construida con mármol de Carrara. Representa el nacimiento de la diosa Venus en la valva de un molusco. Es sostenida por dos ninfas de mar, concretamente son Nereidas, hijas de Nereo. Alrededor de estas figuras principales, se extienden tres conjuntos formados por un caballo sumergido en el agua y un tritón que sostiene sus riendas. Toda la escultura cobra vida al reflejarse en la fuente de agua circundante. Tal vez recordemos el famoso cuadro del italiano Botticelli que representa el mismo acontecimiento. De esta forma, la Fuente de las Nereidas mitifica el mapa porteño.


La idea original era que la Fuente decorara el paisaje de Plaza de Mayo, frente a la Catedral, donde actualmente se encuentra la Pirámide de Mayo. Sin embargo, sus figuras femeninas desnudas hicieron rápidamente cambiar de opinión a algunos sectores porteños. Finalmente, fue inaugurada en 1903 pero su ubicación cambió en diversas ocasiones. En primer lugar, se emplazó en la esquina de la actual Avenida Leandro N. Alem y Teniente General Juan Domingo Perón. Aun cuando estaba situada lejos de la Casa Rosada, las críticas a la Fuente continuaron. Por lo tanto, en 1918, se decidió mudarla a “un sitio más alejado”, concretamente a la Costanera Sur que se estaba urbanizando. Desde ese momento, espera nuestra visita en la entrada de la Reserva Ecológica para deslumbrarnos con su belleza y transmitirnos los ecos de su autora.
El Pasaje Juramento, el conjunto escultórico de Lola Mora en Rosario
Realizamos un salto en el espacio y en el tiempo. Estamos en Rosario, ciudad que vio a Manuel Belgrano izar por primera vez la Bandera Nacional en febrero de 1812. Desde ese momento, es conocida como “la cuna de la Bandera”. Estamos en el año 1909. Son las vísperas del centenario de la Revolución de Mayo. El Gobierno Nacional encargó la realización del Monumento a la Bandera y la Comisión del Centenario contrató a Lola Mora. En ese momento, la artista tucumana se encontraba en Italia. Desde allí, comenzó a crear las esculturas y las iba enviando a Argentina. Lola estaba encargada de las figuras que representaban escenas históricas o alegóricas: la bendición y aclamación de la Bandera, el combate, una figura femenina rompiendo las cadenas y el “Espíritu de la Patria”.



Si bien estaba planeado que el Monumento se inaugurara en 1911, esto no sucedió por incumplimientos en el pago del contrato. Las idas y vueltas se extendieron hasta 1925 cuando se rescindió el viejo contrato y se realizó uno nuevo. Mientras tanto, las esculturas de Lola Mora deambularon por distintos espacios de la ciudad. Finalmente, en 1997, el legado de Lola Mora fue emplazado y ubicado sobre el espejo de agua en el Pasaje Juramento, una pequeña calle peatonal que conecta la parte posterior del Monumento Histórico Nacional a la Bandera con la calle Buenos Aires.
Lola Mora, una mujer en pantalones
Lola Mora fue y es un emblema para el arte nacional. No es casualidad que cada 17 de noviembre se celebra el Día del Escultor y las Artes Plásticas. Además, su figura y su ímpetu son un modelo a seguir. Se podría decir que hoy el mundo está más acostumbrado a mujeres como Lola Mora. Sin embargo, la sociedad de su tiempo no la veía con buenos ojos porque no hacía “cosas de mujeres”. Cuentan las fuentes históricas que ella misma se encargó de ensamblar sus obras, supervisarlas y que vestía pantalones para caminar cómodamente entre los andamios. Dicha vestimenta fue considerada un agravio para la moral de la época.
Además, aun cuando fuera reconocida mundialmente, algunos sectores desconfiaban de la autoría de sus obras, solo por el hecho de ser mujer. De todos modos, Lola supo enfrentarse a las críticas y mantener su postura, lo cual la transformó en una mujer moderna. No hay dudas. Lola Mora significó un antes y un después en la historia del arte argentino y, especialmente, escultórico. Las esculturas que encontramos en el Pasaje Juramento y la Fuente de las Nereidas son evidencia viva de ello.
