El pasado 5 de julio se cumplieron 40 años de la llegada de Diego Armando Maradona al Napoli. Ese día nació un idilio único, a prueba de todo. Un romance que aún hoy perdura y que se transformó en una de las historias de amor más fascinantes del mundo del fútbol. Recuerdos de un momento clave e irrepetible que transformó a la ciudad de Napoles en un lugar sagrado cuyo único dios es “il ragazzo d’oro”.
“E’ arrivato Maradona”
Con ese título, el diario La Gazzetta dello Sport anunciaba el arribo del 10 al Napoli. Diego llegó a la città del Vesuvio tras un breve paso por el Barcelona. Allí jugó entre los años 1982 y 1984 pero nunca llegó a consolidarse. Fueron en total 58 partidos los que disputó con la camiseta blaugrana. Una hepatitis, una lesión en el tobillo y un estilo de vida contrario a los estándares del club español precipitaron la salida del jugador. Y el destino elegido fue la ciudad del sol, donde Maradona brilló como nunca y alcanzó el cénit de su carrera.
El traspaso no solo conmocionó a Napoles, sino también al mundo entero. Un jugador del calibre de Maradona iba a jugar en un club del sur de Italia que hasta ese momento coleccionaba apenas un puñado de trofeos. Cuando se iniciaron las negociaciones, eran pocos los que confiaban en que la historia tendría un final feliz. Uno de los que se mantuvo estoico hasta el final en semejante empresa fue el presidente del Napoli de aquel entonces, Corrado Ferlaino.
“Yo del Barcelona me quiero ir. Acá estoy mal”, dijo Maradona. Corría el mes de junio de 1984 y la ciudad catalana era un hervidero de gente que se preparaba para una temporada de verano ardiente. Mientras tanto, en las oficinas del club, los directivos de la institución trataban de retener al genio del fútbol mundial que se mantenía firme en su decisión.
Viendo que no iban a poder torcer la decisión del diez, Joan Gaspart (vicepresidente del Barcelona en aquel entonces) comenzaron a sondear a distintos equipos para efectuar el traspaso del jugador. Entre los clubes interesados se mencionaron principalmente dos equipos italianos además del Napoli: la Juventus y el AC Milan. Ambos equipos tenían una gran tradición y capacidad económica para intentar un fichaje de esa magnitud. Sin embargo, el destino tenía preparado otro camino más poético y épico.
Las duras negociaciones y un final feliz
La contratación de Diego Maradona fue una de las operaciones más sorprendentes y complejas en la historia del fútbol. El club napolitano logró financiar el fichaje del astro argentino mediante una combinación de recursos financieros innovadores y el apoyo incondicional de su afición. La operación, que se concretó por una cifra récord de 13 millones de dólares, fue posible gracias a una serie de maniobras financieras, incluyendo la participación de bancos locales, el compromiso de patrocinadores y un significativo aumento en la venta de abonos y merchandising.
Ferlaino, conocido por su astucia y visión empresarial, se aseguró el respaldo financiero necesario mediante acuerdos con instituciones bancarias napolitanas y empresarios locales, quienes vieron en “pelusa” una oportunidad única para elevar el perfil del club y de la ciudad en el escenario internacional.
Pero, cuando todo parecía encaminado, apareció “el villano” del cuento. Tal como cuenta el periodista Daniel Arcucci, el 29 de junio de 1984 (apenas unos días antes de que se concretara la operación) hubo una reunión que cambió los planes de todos. Gaspart le exigió al Napolí más dinero del que ya se había pactado: 2.000 millones de liras más. Antonio Juliano, uno de los representantes del Napoli, preso de un ataque de furia, se levantó para propinarle un golpe al vicepresidente del Barcelona y tuvieron que frenarlo para que la situación no pasara a mayores.
Las horas pasaban y el reloj avanzaba impiadoso. No había tiempo, el 30 de junio vencía el plazo para inscribir a los jugadores extranjeros en Italia y el club no podía perderse a la gran joya.
Fueron momentos bravos, interminables, de sudor extremo y sin planes B. Porque el Napoli quería quedarse con Diego Armando Maradona a toda costa y sabía que la operación no podía caerse. Y no se cayó. Si hasta el propio Diego quería armar las valijas e irse al Napoli. No había pisado ese suelo y, de alguna manera, ya sabía que allí se transformaría en héroe y leyenda. Mientras tanto, en las inmediaciones del estadio San Paolo, la gente aguardaba expectante y en una tormentosa calma, la confirmación de la noticia que cambiaría todo, para siempre.
“Ho visto Maradona”
“¡Se confirmó la noticia, Maradona viene al Napoli”, gritó un tifosi enfervorizado con uno de los diarios locales en la mano. “¡Es un milagro de San Gennaro!”, vociferó otro. Y así, poco a poco, las calles napolitanas se tiñeron de fiesta. La locura fue total. Dicen los que tuvieron la oportunidad de presenciar aquella gesta que ese domingo 1 de julio de 1984, cuando se supo que el diez iba a vestir la camiseta celeste, la alegría fue total. Y no era para menos, si el mismísimo dios había decidido bajar al llano del sur italiano para regalar su magia en la cancha.
La presentación oficial fue el 5 de julio con un estadio San Paolo abarrotado de fanáticos que no querían quedarse afuera de un evento de semejantes características.
A las 17:30 h de ese día de sol, Diego participó de una conferencia de prensa. Una hora después, pisó por primera vez el verde cesped del estadio napolitano que a esa hora ya era una caldera. Cuando Diego subió las escaleras que desembocaban en el campo de juego, el tiempo se detuvo un instante y ya nada fue lo mismo. Miles de flashes, gritos ensordecedores, llantos y, en el aire, la intrépida sensación de que habían empezado a escribirse las páginas más gloriosas de la historia de un club humilde del sur pobre de Italia que en poco tiempo se convertiría en el David que alguna vez derrotó a Goliat.


