¿Cuántas veces hemos escuchado que Manuel Belgrano es el Padre de la Patria, junto con San Martín? Si, así en mayúscula. Seguro que muchas veces y tal vez, tantas otras lo hemos repetido. Pero ¿Qué significa ser “padre de la patria”? ¿Qué hace que Belgrano (y algunos otros próceres argentinos) ostenten este título? En esta nota, los invitamos a resolver esta cuestión y su herencia para con la Historia Nacional.
Manuel Belgrano, la historia de una vida
Ya podemos decir que junio es el mes belgraniano por excelencia y, sin ir más lejos, también de la italianidad. Cada 3 de junio celebramos el Día del Inmigrante Italiano en Argentina para honrar el nacimiento de Belgrano, por su padre Domenico Belgrano Peri, inmigrante genovés. Por otro lado, el 20 de junio se estableció también para rendirle homenaje. Sin embargo en este caso, la fecha fue elegida por su paso a la inmortalidad. Además de estos dos hitos que marcan el inicio y fin de su vida, ¿Qué más sabemos sobre su biografía? Si recorremos la historia que nos contaron en la escuela, recordaremos que fue abogado, intelectual, político y militar argentino. Además, fue escritor, vocal de la Primera Junta, uno de los ideólogos más importantes de la Revolución de Mayo (que hace poco más de un mes recordamos), creador de la Escarapela y – como hoy celebramos- de la Bandera Nacional.
Con la espada, la pluma y la palabra
Al igual que otras personalidades de la Revolución de 1810, Belgrano participó también de las dos invasiones inglesas, en la defensa de Buenos Aires. Además, más tarde, luchó en la Guerra de la Independencia contra los ejércitos realistas. Y por si esto fuera poco, como Sarmiento, Belgrano se preocupaba por la educación del pueblo. En pocas palabras, les dio voz a quienes no les era permitido hablar, los marginados de la época: los niños, las mujeres, los esclavos y los migrantes.
¿Por qué Manuel Belgrano es Padre de la Patria?
Ahora bien, todos estos datos forman parte de la vida de Manuel Belgrano, nadie dice lo contrario. Pero ¿Qué hace de Belgrano un hombre digno de portar el título que miles de argentinos le dan? ¿Qué significa llevar el nombre de “Padre de la Patria”? Cabe recordar que Belgrano no es el único en la historia nacional y universal que posee esta titulación. Todas las naciones y pueblos del mundo tienen y tuvieron un Padre de la Patria. El historiador argentino Luis Alberto Romero señala que “esta búsqueda de padres fundadores fue un fenómeno común a todas las nuevas naciones hispanoamericanas, surgidas en 1810 como consecuencia del derrumbe del Imperio español”.
A diferencia de lo que sucede en el nuevo continente, Europa (por poner un ejemplo) no necesitaba reconocer personalidades ilustres que fundaron sus naciones. Eso era parte del pasado lejano o lo habían realizado mucho tiempo atrás. Basta recordar la historia de Roma y de sus antepasados ficcionalizada por Virgilio en La Eneida. La línea genealógica de Augusto y su conexión con los troyanos y con la misma diosa Venus no es azarosa. El título de Pater Patriae ya existía, otras personalidades como el mismo Julio César lo habían también ostentado.
Manuel Belgrano como guía moral
Entonces ¿Qué define a un Padre de la Patria? ¿Por qué solo algunos de nuestros llamados próceres argentinos son calificados con este título? Las palabras del historiador Romero nos traen la respuesta. “En nuestro mundo racional y secular, no hay lugar para los descendientes de dioses. Deben ser hombres como todos, y su acción excepcional debe ser verosímil. Pero les asignamos dos funciones que van más allá de lo personal: simbolizar el punto de origen común de una comunidad nacional y señalar un camino que, antes que político, es moral”.
“Mucho me falta para ser un verdadero Padre de la Patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella”
Lamentablemente, tal como explica Romero, con el paso del tiempo nos vamos olvidando de las acciones que encarnaron estas personalidades y así, pierden su humanidad. Son divinizados, comparados con héroes “como se advierte en los ritos celebratorios y en las canciones patrias” y -podríamos agregar nosotros- en la mayoría de los actos escolares. Nos olvidamos que fueron hombres (y mujeres) reales y pasan a ser solo figuras 2D, sin vida propia.
El peligro está, entonces, en olvidar que Manuel Belgrano fue un hombre de carne y hueso, con sus aciertos y errores, con sus pasiones y miedos. Si solo lo reducimos a una fecha, a estatua o a enumerar sus creaciones, ¿Dónde queda inmortalizada su vida? Más allá de los actos y discursos que se puedan realizar en el día de hoy, debemos rescatar al hombre real, a la esencia que está debajo de todo eso. Qué Manuel Belgrano no sea solo un nombre de avenida, de una escuela, una imagen, un monumento, un título, un feriado o un recuerdo en una efeméride. Si no perpetuamos su vida con nuestras propias acciones, con los ideales que él mismo encarnó, Manuel Belgrano habrá luchado en vano.
Autor de la imagen de portada: Instituto Nacional Belgraniano.